26/7/07

Hete aquí

Aquí estás de nuevo en tu prisión voluntaria, sin más carcelero que tu anhelo ni más compañía que tu soledad. Te acuestas con el sol, pero mientras él da la vuelta para ofrecernos otro amanecer, tu esperas con los ojos abiertos a que salga para volver a desesperar un día más. Envíale una carta y confiesa tus sentimientos, deja tu alma tranquila. Quizás a ella le sirva de sufrimiento, pero tienes que dejarla decidir qué quiere hacer con el resto de su vida. Sal, no sólo a pasear por los álamos del río, que te evocan su cuerpo delgado, su cara blanca, o a escuchar el crujir de las hojas secas que te susurran como su voz apagada, sal e intenta vivir, no te alimentes sólo de lágrimas saladas, de ensoñaciones dulces, de ácida desesperanza, de amarga pasividad, mientras tu vivas hijo, yo tendré esperanza. No pienses que sólo tú sufres; te veo volver los atardeceres, sabiendo que has salido al alba y adivino en tus ojos secos y tu expresión lánguida que aún sigues pensando en ella. Siento en el corazón la tristeza de tu alma, la debilidad de tu cuerpo y comparto contigo ese futuro incierto al que no veo salida. Quiero ofrecerte ese apoyo que tu pareces no percibir. Sé que es difícil, pero quiero estar ahí por si me necesitas, por si un día decides llorar en casa que no te encuentres solo, sin nadie a quien mirar e intentar explicar tu llanto, no quiero verte con esa pena, por eso canto y río a tu alrededor como si todo fuera a salir bien, como si sólo de un mal pasajero se tratara, aunque sé que eso nunca sucederá. Lo peor vendrá cuando la esperanza se convierta en imposible. Tu mueres de amor, ella de enfermedad, yo de pena.

1 comentario:

  1. Hola Fernando, soy Sara,si, Sara. Me hecho un blogger también, en el facebook lo he puesto. me ha encantado este relato que has escrito, ¿ como has hecho eso del fondo?

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