28/9/11

Los Amigos de Javier

Hilario se despidió de su pareja y besó al niño que dormía tranquilo. Es tan pequeño... Iba sonriendo mientras pensaba: con solo dar un paso en la calle, puedo volver a mi juventud. Espero que este pelo fosco que nunca me ha gustado, me sirva ahora para ver lo calvos que están los de pelo liso. Hernán le vio marchar y le envidió en secreto por tener esa historia y esos amigos que le esperaban, incondicionales, después de treinta años.

¡Me voy Lola! voy a llegar tarde y después de tantos años, no puedo decir que no he tenido tiempo de prepararme, además si llego el último estaré más viejo que los demás.

Fabián se dispuso a salir, cogió la trenka que tanto le había costado encontrar y se dirigió al garaje a coger su coche y partió hacia el barrio.

Miguel que aun vivía allí, tenía dudas. Aunque les había dicho a sus amigos que iba a ir, hacía tiempo que no veía a los que se habían ido a vivir a otras provincias. Terminaba sin demasiada convicción de arreglarse y como le sobraba tiempo se sirvió una copa. Tenía pocas cosas que contar, seguía soltero y sin nada a la vista, como si hubiera nacido para terminar solo, cosa que odiaba. Decía que cuando fuera mayor buscaría a alguien, que quería terminar viviendo en una soledad compartida.

Lorenzo que ahora se llamaba Rocío, con todas las de la ley, no se decidió hasta el último momento. Solo se animó por saber si Carlos había por fin encontrado su media naranja y ver de qué sexo era.

Marcos pensaba ser el máximo triunfador de la noche. Diría sin darse demasiada importancia, que había sido elegido para participar en el proyecto de células madre que estaba en esos momentos en todos los telediarios. Quién puede estar más alto, socialmente hablando, claro, pensaba… Realmente no era muy alto y estaba algo pasado de peso, pero eso no le minó su seguridad, pensaba que estarían todos por un estilo.

El conocido como Paco ahora se hacía llamar Sultana y trabajaba en un espectáculo de variedades. Mientras se pintaba pensaba: cómo explico yo ahora mi nueva apariencia y estas prótesis que me he puesto si solo van a ir tíos, maduros, pero todo tíos. No les diré nada, a ver si me reconocen. Espero que si está Lorenzo no se delate y no me reconozca él el primero.

Carlos era el que había organizado todo. Después de tanto tiempo quería ver cómo habían evolucionado sus amigos, comparando los sueños e ideas que tenían en aquella época, cuando se reunían en el bar entonces de sus padres. Aquel sitio era para ellos como un santuario de ideas y de nuevas filosofías y tendencias. Ahora se iba a ver si las ideas, a veces utópicas, se habían podido realizar. El actual dueño del bar había invitado, por medio de los correos electrónicos y el boca a boca, a toda la gente que se reunían por allí en aquel entonces. La verdad es que para él también era una sorpresa, no sabía quién se iba a presentar. Eso formaba parte de la fiesta.

Llegaron casi a la vez Hilario, diseñador gráfico, Fabián, un funcionario de cierta posición y Marcos. Saludaron a Carlos y se dieron la mano como si llevaran treinta años sin verse. Se miraron a los ojos, tratando de adivinar cómo les había ido la vida. Los ojos eran casi lo mismo que entonces, pero el paso de los años había dejado su marca en todos. En algunos en el tamaño o el color de la cara, en otros, la piel seca y marcando la calavera, les daba una apariencia de resumen de lo que habían sido. Con frases tópicas, en estos momentos tan importantes como aclaradoras, se fueron saludando y recuperando la sonrisa de entonces.

Luego llegó Miguel, un poco bebido y muy contento y Lorenzo, con un traje algo confuso; era una mezcla entre presentador de cabaret y camionero de domingo. Se unieron a los saludos y en unos momentos estaban todos hablando, quitándose la palabra para contarse sus éxitos y repitiéndolos a cada uno que preguntaba, aunque solo fuera por cortesía. Cambiaban continuamente de grupo o de pareja para poderse contar sus nuevas vidas a cual más interesante.

Paco, ahora Sultana hizo su entrada y todos pararon de hablar, tratando de descubrir si aquella señora, con velo se había perdido o si sabía adonde venía. En tal caso habría que adivinar, de entre la gente que quedara por venir, quién era.

Lorenzo que no había tenido el valor de venir vestido de Rocío dijo: Paco te has puesto el traje de gala en nuestro honor o es que vas a un baile de disfraces. Los demás se quedaron sin saber que decir. Nadie se adelantó a saludarle, no por rechazo, sino por sorpresa. Tuvo que ser Sultana quien después de quitarse el velo fuera dando la mano a uno tras otro, arrancando una mueca de disculpa sin poder moverse por la sorpresa.

En ese momento entró Javier. Venía sin su hermana. Javier siempre venía con su hermana, algo más joven que él, y también se iban juntos. Gloria decía que la tenía que acompañar para que no fuera sola. Todos sabíamos que no era sí, pero para él era como una obligación. No sé si se daba cuenta de que el protegido era él.

Javier hacía cosas raras en aquellos días. Digo cosas raras porque hacía cosas normales; como cuidar a los animales, ayudar a personas mayores que necesitaban apoyo, acompañar a gente que lo necesitaba y vivir para los demás, con la naturalidad de un oficio bien aprendido. Era como si ese fuera su trabajo diario, del que luego nunca se jactaba, era como hacer lo que tenía que hacer estando de acuerdo con ese destino. Eran cosas raras para todos los que nos movíamos en un ambiente juvenil; religioso a la fuerza; en mayor o menor medida intelectual y según las posibilidades de cada uno, licencioso. Pero en esencia era todo teórico. Se hacían grandes planes para el mañana …

Javier era más práctico. Participaba poco o nada de nuestras conversaciones, tan agradables para nosotros y con tanta visión de futuro. El nos acompañaba aunque no participara mucho. Si él veía, por los grandes ventanales del bar, a una vecina que venía cargada con la compra, sin el menor pudor, abandonaba la conversación tan interesante que teníamos y acompañaba a la señora hasta su casa como si esa fuera su obligación. Tenía siempre instalada una sonrisa natural, no forzada ni exagerada y era capaz de hablar con todo el mundo de igual a igual. Un tipo diferente que no participaba mucho de nuestros sueños, pero que nunca molestó a nadie, todo lo contrario, si podía te hacía un favor, y sabías que siempre podías contar con él.

Carlos le preguntó por Gloria y dijo que estaba bien. Él estaba como siempre; un poco desgalichado, con la camisa medio sacada y su mata de pelo igual, aunque toda blanca. Nos miraba con su felicidad inocente, quizás por encontrarse en el mismo ambiente de hacía tanto tiempo. Saludó a todos con un gesto afable, casi solemne y pidió algo de beber, sin alcohol como siempre claro. Se bebió la mitad del agua de un trago y salió del bar a ayudar a una señora mayor a salir de un coche.

Fe Bravo

2 comentarios:

  1. Uffff! Fernando lo que tengo aún que aprender, despacio ire leyendo, esto hay que saborearlo, leyendo,releyendo.
    Un Saludo.

    ResponderEliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar