Un momento antes,
sabía que había terminado su existencia. Ahora debía volver al sitio de luz de
donde salió años atrás. Conocía la teoría, y sabía que el tránsito podía ser
difícil. Esperaba que su familia se hubiera creído lo que él les había explicado.
No quería que en esos momentos de turbación, se lo complicaran con lloros
desesperados y maldiciones, o lo que podría ser peor aún, que su madre le
retuviera, negando el hecho, e impidiendo que hiciera el camino que ahora le
tocaba recorrer.
Un momento después,
iba hacia la luz. Nadie había notado su partida.
Fabián Madrid
Más historias terroríficas en el blog de Teresa
Afortunadamente nadie le retuvo, le llegó la hora. Parece la descripción de un parto raro. Bravo, fabián. Un abrazo.
ResponderEliminarDebo reconocer que no es el tipo de literatura que más me seduce, pero valoro que este relato tuyo, está escrito sin ningún alarde de terror y con una gran calidad literaria.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ese momento del duelo es lo más dificil, y que se te muera un hijo es lo peor que hay.
ResponderEliminarUn abrazo
En pocas palabras has reflejado muy bien el tránsito hacia la LUZ. ¡Algunos lo hemos experimentado! ¡saludos Fabián!
ResponderEliminarEse momento que todos experimentaremos (cuanto más tarde mejor) debería ser así, sin dramas y en paz. Si hay otros mundos, se llegará ligeros de equipaje. Magníficas 100 palabras.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muy bien contado, mejor... imposible!
ResponderEliminarMe ha gustado mucho.
Un beso!
Camino de retirada difícil de aceptar para quienes ven partir a un ser querido...
ResponderEliminarmás allá, esa luz, quizá sea el llamado a un nuevo tiempo. La esperanza está allí. Otro camino?
Besos!
Gaby*
Un relato impecable, una descripción perfecta de un momento que no conocemos pero que se puede percibir tal cómo vos lo contas.
ResponderEliminarUn abrazo.
No has necesitado más palabras, es perfecto.
ResponderEliminarBesos
Pudo irse a eso llamado luz, que tenga feliz viaje, corto o largo, un instante, siempre.
ResponderEliminarMe ha gustado. Un beso.
Así, con naturalidad, sin dramas innecesarios, en paz, aceptando la muerte como la consecuencia natural de la vida, debería ser el tránsito hacia el término de la misma. Tú lo has descrito con maestría aunque soy bastante escéptico en lo que respecta a esa luz y ese otro camino por recorrer.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Hay algo de ambigüedad. No está claro si lo dejaron ir, como aceptando la muerte como una evolución, o si simplemente les resultó indiferente.
ResponderEliminar¿Es realmente la muerte algo inevitable? ¿O existe la inmortalidad como una parte más de la naturaleza?
Al parecer y según he leído, sucede eso: para el que inicia el camino no son buenas las vibraciones de desconsuelo que, justo por su estado incorpóreo, vive y detecta con especial intensidad. Pero ahora ve y díselo a los que se quedan y lo han amado.
ResponderEliminarUn saludo
Creo que sí que llega un momento en que acaso no nos quede más remedio que dejar marchar a un ser querido, incluso rezar para que ese final no se alargue y que no haya dolor gratuito. El que se va descansa y los que se quedan, a pesar de lo que significa la pérdida, entre los sentimientos encontrados el que les prevalece es la sensación de paz. Sé de que hablo, te lo aseguro.
ResponderEliminarEnhorabuena y gracias por esta pequeña joya.
Esa dulce manera de partir, sabiendo y aceptando que la muerte es parte de la vida...
ResponderEliminarBuen relato querido amigo.
Besos.
Una luz al nacer y una luz al marcharnos (eso es lo que se dice) es un ciclo inevitable.
ResponderEliminarUn beso, Jime
Ir hacia la luz debe de ser estupendo pero ¿Y si encontramos tinieblas?....
ResponderEliminarMejor es aceptar el destino, que cada uno tiene asignado. Y dejar a los afligidos, que lloren que esto les consolarà sin duda. No hay porque negarles este derecho.
Saludos muy tétricos, amigo Fabián-
Esa luz es un faro, una guía. No la conocemos, pero creemos en ella. Espero que el camino hacia allá sea cálido y placentero, como parece que lo fue para el protagonista de tu relato.
ResponderEliminarUn saludo.
Ay las madres, que no nos dejan ni siquiera en tan íntimo momento.
ResponderEliminarUn saludo.
Recrear esos últimos segundos de vida debe ser pura imaginación que durante miles de siglos se ha recreado en un solo camino y no sabemos realmente qué es lo que sucede... bien explicado.
ResponderEliminarun abrazo