Se acababa de ir el amor de mi vida, aunque él todavía no lo
sabía. Me había dejado de regalo una piel con distintas capas de líquidos
aplicadas con diferentes masajes. Una paz y una tranquilidad como hacía tiempo
no disfrutaba.
No me importaba el continuo susurro de la música dulzona que
se puso al principio de la noche, las botellas de champán casi terminadas,
decorando distintos escenarios, la chimenea casi apagada – como yo–, la piel
frente a la chimenea con unos pliegues raros y el sofá descolocado, aunque
antes de irse levantó el espaldar del suelo.
Prendas colocadas en sitios impropios de un salón, pero que
estaban como un cuadro abstracto del que conocía muy bien la ejecución.
Solo quería dormir, recordar y si podía, al día siguiente,
le comunicaría la decisión de hacerle el hombre de mi vida.
Me arrastré como pude hasta el baño, allí debía darme mi
mascarilla de pepino, como todas las noches, pasase lo que pasase, este era un
ritual obligatorio. Solo faltaba mi compañera, que vivía en el piso de arriba y
bajaría a verme y que le contara…
No pensaba contarle nada, solo dejarle ver mi cara de
cansada, y mi cuerpo dolorido después de tanta batalla, y por supuesto mi mascarilla
de pepino, esta vez el doble de gruesa, para darle todo el teatro posible.
Efectivamente, después de cinco minutos de que se marchara
él, oí la puerta del piso de arriba abrirse. Me preparé para dar envidia a mi
amiga. Salí a abrir con la mayor cara de cansancio que podía poner, enfundada
en mi bata de estar por casa. Abrí y… era él.
Más teatro en el blog de Neogéminis
Le hubiese valido más correr el riesgo de una arruga más en la cara...
ResponderEliminarSorpresa se llevó la amante. Yo también!
un saludo juevero.
jajajaja...qué circunstancia espantosa!jejej...por propia experiencia sé que una intenta ocultar todo lo posible esa parte de nuestra intimidad en al que nos aflojamos y dejamos de lado presiones y exigencias...al menos hasta después de varios años de casada!jajaja
ResponderEliminarUn abrazo y gracias por sumarte
Me ha fascinado el decorado después de la "batalla", y la máscara de pepino (ideal y refrescante) y la bata de estar y ella, él, todo un efecto teatral de los contundentes.
ResponderEliminarMe digo...pues si tanto le gustó el hombre de su vida, poco importa que sea mujer, siempre podrán jugar al cambio de papeles.
Abrazos contentos y jueveros, me he divertido letra por letra.
Sorpresas te da la vida. A ella se la dio y buena. Parece ser que siempre hay que estar con la guardia alta, por si acaso.
ResponderEliminarUn abrazo
Es como si te pilla con los rulos, el pijama más viejo y acabado le levantar, el vecino guaperas que se acaba de mudar y con el que ya has soñado una docena de noches aunque él ni te ha visto ni se ha enterado que existes.
ResponderEliminarUn abrazo, muy buena la sorpresa final, bravo!
Yo creo que el hombre de la vida de una, debe verte como eres, con leche de pepino o sin ella, con buena o mala cara, eso es amor ¿no?.
ResponderEliminarbesos muchos.
¿Quien lo hubiera esperado? Mejor haber esperado al día siguiente para ponerse la mascarilla ¿no? Una lástima
ResponderEliminarvaya que sorpresa para el y claro también para ella, vaya situación ¿no?
ResponderEliminarCuando el encanto se pierde... Maldita mascarilla! Me imagino que dejará pasar unos días antes de comunicarle sus intenciones al hombre de su vida. Excelente cuadro de situación, bien narrado y el final es tan vergonzoso para el personaje, que hasta me dio pena por ella. Saludos Fabián.
ResponderEliminarLuis de Uruguay
Eso es una visita inesperada y lo demás tonterías. ¡Menuda sorpresa se llevó! jeje. Un relato ameno y entretenido. Un beso.
ResponderEliminarDespués de arrugar la alfombra del salón, de dibujar un cuadro con ropas revueltas ¿se preocupa por una cremosa máscarilla de pepino? !ayy el amor!
ResponderEliminar¿y que pasó con la vecina?
Un beso.
Vale Fabián, digamos que entiendo este este relato como muy masculino y dada la preeminencia de mujeres creo que no debo decir más que GENIAL.
ResponderEliminarAbrazo.
Me has recordado al chiste de un ciego que va a la vecina a pedirle azúcar y ésta, al comprobar que es su vecino invidente, sale desnuda y entonces él le comunica la gran noticia ... jaja
ResponderEliminarTambién me gustó tu relato. La protagonista es una mujer que comparte sus hazañas y vivencias con su vecina. Un bonito amor.
Un abrazo
Supongo que ante panorama tan desolador, el amante pondría pies en polvorosa. Ya se sabe: para presumir, hay que sufrir, pero eso sí, hay que sufrir a solas, en la más absoluta intimidad, sin espectadores.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ay pero que mal momento!!! Me intriga saber si el hombre se quedó o salió corriendo al ver semejante cambio.
ResponderEliminarEs que uno nunca sabe quién está detrás de la puerta.
Un abrazo.
Jajajaja! No está mal la situación en la que se vió esta mujer! Eso pasa por querer ser malilla :D
ResponderEliminarSaludos!
EL mejor secreto de una mujer, supongo que su primer pensamiento fue "trágame tierra" ¿no pasó? jaja. Una sorpresa, el final
ResponderEliminarUn abrazo
jajaja muy bueno. A todos nos habrá pasado alguna vez eso de abrir la puerta estando impresentables para el que llama.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola!!, encontré tu blog por casualidad y me ha gustado mucho, te sigo desde ya :)
ResponderEliminarBisous
La Biblioteca de la Morgue