31/10/12

Este jueves un relato: de miedo



Hablando un día del miedo con las chicas del pueblo, dijimos que el miedo era subjetivo, y que dependía de las circunstancias y cosas como esas. Sin haber llegado a ningún acuerdo previo, convenimos oír en la puerta del cementerio las campanadas de las doce de la noche.

El cementerio está a unos trescientos metros del pueblo, sin ningún tipo de alumbrado, y rodeado en tres partes, por campos sembrados de maíz (planta alta en la que se puede esconder cualquiera, y en el mejor de los casos, dar un buen susto), y por la carretera.

Salimos todos y todas del pueblo en grupo, jurando y perjurando que nadie había mandado a ningún amigo o amiga gamberra a darnos un susto. Las conversaciones eran de lo más normal, nadie quería enfrentarse al problema antes de tiempo.

Al llegar nos sentamos, pagados a la tapia del cementerio, nadie se quiso poner en las puertas de barrotes, por si acaso, algunos nos sentamos enfrente de las puertas, para formar un círculo donde todos y todas nos viésemos.

A veces se hacía el silencio, pero siempre había alguien que lo rompía, era demasiado ya, a las puertas del cementerio y en silencio. Seguro que habría ruidos muy raros y difíciles de explicar. Cuando por nuestros relojes iban a dar las doce, empezamos a hablar bajito, para poder oír las campanadas. Por fin empezaron a sonar.

En esos momentos, que duraron, como doce días o así, cada uno y cada una rememoramos todas las historias que conocíamos de cementerios a las doce de la noche, y creo que no nos podíamos ni mover del miedo.

Cuando por fin acabaron las campanadas, comenzamos a levantarnos despacio, el primero era un valiente, pero el último se quedaba solo, y en las películas siempre cogen al último, así que empezamos a levantarnos, cada vez más deprisa y comenzamos, como distraídos a coger el camino del pueblo.

Nadie hablaba, y aunque se veían las luces, allí arriba, aun faltaba mucho.

En un momento dado alguien empezó a correr, nadie preguntó qué pasaba, simplemente corrías, pero procurando no ocupar el último puesto. Al principio como un juego, luego una carrera, y al final como si te fuese la vida en ello.

Allí no se respetaba nada, ni chicas ni chicos, ni amigos ni amigas, podías perder la vida en un instante, así que sin respeto y sin vergüenza, todo lo que daban las piernas, era poco para lo que cada uno queríamos correr.

Casi llegando al pueblo, comenzamos a parar, haciendo como que esperábamos a los de más atrás. Lo cierto es que entre los más veloces, estábamos casi todos los chicos y alguna chica.
Fabián Madrid

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28 comentarios:

  1. Tan bien narrado, que se siente ese miedo irracional por lo que no se ha dicho pero se ha intuido, vamos que si me apuras yo tambien salgo corriendo calle arriba con ese grupo de chicos.
    Aunque la verdad, me has hecho sonreir al ver el grupito de valientes jejejee.
    Un abrazo.

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  2. a mi no me agarran!...es cierto que en frío uno puede racionalizar el miedo y comprender que nada hay que temer más allá de lo comprobable...pero ni loca me siento de noche en las cercanías de un cementerio!!jejejeje...y si hubiese estado entre los que corrían, me las ingeniaba para estar en el medio...ni adelante ni -menos- al último!
    =(

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  3. Piernas para qué os quiero... el hígado por el camino se me hubiera salido pero yo no me quedo atrás, con la fantasía que tengo, lo acabo de completar...

    Muy real el relato, puede aumentar cualquier cosa el pánico grupal sin saber por qué, es cierto.

    Un abrazo, compañero.

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  4. El miedo iba in crescendo a medida que avanzaba el elato, parece que estaba sentada a las puertas del cementerio.

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  5. Ya fuiteis valientes, no me imagino yo a las doce de la noche en un cementerio esperando las campanadas.
    Un abrazo

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  6. le tenía miedo a los perros. tuve un perro grande y ya nos temo. le tenía miedo a los cementerios. trabajé en en ellos. ya no les tengo miedo...es decir, que yo no hubiera corrido...¡O ESO CREOOOO!!
    medio beso.

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  7. vaya a saber porque el miedo es sabio para las emergencias y peligroso para lo desconocido. A mi los cementerios me dan miedo hasta en la luz del día, mas te digo no voy y cuando he tenido que estar, lo he padecido bastante.

    Tu relato es excelente.
    Un abrazo.

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  8. Una tradición que se repite todos los 1 de noviembre. Un grupo de amigos visita al cementerio por la noche y yo no creo en las meigas pero haberlas, hailas. Yo habría corrido mucho, de eso no tengo ninguna duda.

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  9. Pues creo que esta es una historia que no dejará de repetirse en pueblos pequeños que no han crecido mucho y todavía hay trescientos metros de separación entre el cementerio y las casas. Donde yo vivo, y entornos, si te sientas en la puerta del cementario seguro que vienen a darte el aviso de obstaculizar el paso por concentración no autorizada.
    Me ha gustado mucho el relato. Sobre todo porque a pesar de la oscuridad del momento has conseguido que esa imagen de la carrera se haya mostrado con toda claridad en mi mente. Enhorabuena.

    Saludos.

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  10. Un relato fantástico al mas puro estilo clásico de las fechas.
    Me ha gustado descubrirte, un saludo.

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  11. Cosas de la juventud, a ningún adulto se le ocurriría ir a las puertas del cementerio a las doce de la noche. El miedo es algo contagioso, si uno corre todos corren por si acaso. Has descrito muy bien la escena y he podido imaginar ese cementerio aislado y esa oscura carretera por donde correr como alma que lleva el diablo.
    Un beso.

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  12. Me gustan las historias de cementerios. Ese momento de la carrera lo he vivido como si hubiese estado allí, corre uno y corren todos, aunque no se sepa el porqué.

    Un saludo.

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  13. Me ha encantado. En un momento de la historia me ha dado la risa y con ella he seguido hasta el final y es que tu relato es muy creíble por las sensaciones que cuentas de un modo que llegan.
    Un abrazo, Fabián.

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  14. Todos se hicieron los valientes, todos fueron para no quedar como cobardes. Pero casi todos corrieron muy rapido, sin saber de que huian, sin saber siquiera si habia algo de que huir. Ingeniso.

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  15. En "nuestro" cementerio, me acuerdo de que los más atrevidos entraban en el recinto, y cuando la estampida... Imaginar que te están tirando de las piernas por detrás mientras saltas la tapia, te da un subidón de adrenalida que te mueres.
    Muy bien contado, Fabián.
    Saludos!

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  16. Y...¿estábais todos? ¿No llegaron a coger a nadie? Madre mía, que ocurrencia. Ocurrencia que a lo largo de los años, se ha convertido en una interesante y amena historia.

    Saludos.

    Lupe

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  17. Hola de visita por tu blog y me gusta mucho todo el contenido y tus escritos. Saludos

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  18. Me hace gracia tu relato, porque me recuerda alguna situación como la que describes, pero en lugar de ir al cementerio, nos bastaba con una calle o callejón poco iluminando. Cuando salíamos corriendo, el último gritaba "¿porqué correis? si no pasa nada" esforzandose por alcanzarnos a los demás.

    Bss.

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  19. ¿Quien no ha ido de adolescente a un cementerio de pueblo en una noche oscura? Me ha encantado, porque me ha recordado el terror y la risa incontenible de puro miedo que nos entraba, y las carreras, y los chicos huyendo... ya ves. Un abrazo.

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  20. En tu historia, sin apenas suceder nada, se palpa lo sobrenatural, lo que asustan y a la vez atraen los cementerios.

    Un abrazo.

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  21. Con que uno se ponga a correr ya todos lo imitan, de que huyen nadie lo sabe, pero esos juegos de adolescentes generan suspenso, miedos e inflan la imaginación hasta el extremo.
    Un relato muy divertido, pero que tiene suspenso, y creo que todos esperamos que sonaran las campanadas y pasara algo malo. Me alegra que no fuera así.
    Un abrazo.

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  22. Al final, todos valientes y todos cobardes. Un buenísimo relato que, aún sin suceder nada fuera de lo común, "algo" parece que sucedía... Perfecto.
    Un abrazo, Fabián.

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  23. Despacio... Despacio.... Corran! Jeje se va sintiendo esa angustia de la que no se sabe que es lo que va a venir. Un abrazo! Buen fin de semana.

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  24. Si existe algo que nos provoque un miedo irracional, eso es el miedo a lo desconocido, a aquello que no podemos controlar. Estoy seguro que hubiera batido el record de los 100 metros lisos para alejarme del cementerio.
    Un abrazo.

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  25. Fabián, me has recordado una escena muy parecida, de mi adolescencia. El reto, presentarse en el cementerio de noche, las bromas, los sustos, y la piel de gallina. Creo que no corrimos a la vuelta, pero hoy lo he hecho con tus personajes. Muy lograda la tensión creciente.
    Gracias por participar ¡

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  26. Eso del maíz me ha recordado a los "niños del maíz" que da dentera y repelús. Correr hasta perder el aliento, la sugestión y las campanadas a medianoche en el cementerio, uf, dan para mucho miedooo y tú me lo has pegado poco a poco, con tu genial relato.
    Perdón por el retraso acabo de llegar esta madrugada. Abrazos.

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  27. Que Bueno!! me he reído mucho porque yo también corrí despavorido en más de una ocasión, y he vivido con cada línea del relato las mismas sensaciones terroríficas que padecía en esos alardes de valentía juvenil.

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  28. Ese miedo lo he vivido yo cuando en los campamentos hacíamos las marchas nocturnas,luego cuando lo cuentas es divertido pero el momento es terrorífico.Prometo seguir tu blog ,es muy interesante Un saludo

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